Donald Trump no escatimó elogios hacia Nayib Bukele, a quien considera su principal socio en América Latina en la lucha contra las pandillas y el crimen
La reunión entre el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca, confirmó lo que desde hace meses se venía perfilando: una sintonía total entre ambos mandatarios, no solo en términos políticos, sino también personales.
Bukele no disimuló su admiración por el republicano. Citando un mensaje de la Casa Blanca en X, el salvadoreño escribió: “Ya te extraño, presidente T”, una respuesta directa al apodo que Trump le había dado días antes: “el presidente B”.
Durante el encuentro en el Despacho Oval, ambos líderes se mostraron relajados, sonrientes y en plena coincidencia ideológica.
Trump, quien ha convertido su política migratoria en una cruzada personal, no escatimó elogios hacia Bukele, a quien considera su principal socio en América Latina en la lucha contra las pandillas y el crimen organizado.
Más allá del tono cordial, la reunión sirvió para reforzar el polémico acuerdo mediante el cual El Salvador ha comenzado a recibir, en su megacárcel conocida como Cecot, a migrantes expulsados por Estados Unidos bajo acusaciones de pertenecer a organizaciones criminales como la MS-13 o el Tren de Aragua.
Lo más llamativo de esta cumbre, sin embargo, fue la propuesta de Trump de enviar también a ciudadanos estadounidenses considerados criminales locales a cumplir condena en el Cecot.
“No sé cuáles son las leyes, pero también tenemos criminales locales y me gustaría incluirlos en el grupo de gente que sacamos de este país”, dijo Trump.
Fuera de micrófono, pero aún captado por las cámaras, el presidente norteamericano bromeó: “Vas a tener que construir como cinco cárceles más”, dirigiéndose a Bukele.
Nayib Bukele se niega a regresar a Kilmer Ábrego
El mandatario salvadoreño no solo no objetó la propuesta, sino que la reforzó al negarse a liberar a Kilmar Ábrego García, un salvadoreño deportado por error a El Salvador a pesar de contar con una orden judicial de protección en Estados Unidos.
Bukele fue tajante: “Por supuesto que no voy a hacerlo. ¿Cómo voy a enviar de contrabando a un terrorista a Estados Unidos?”.
Un apodo, una señal
Detrás del lenguaje informal y la cercanía, se esconde una estrategia diplomática que pone en primer plano la mutua conveniencia: El Salvador obtiene apoyo económico y político, mientras que Trump refuerza su narrativa de mano dura y soluciones “externas” al problema migratorio y de seguridad.
Según analistas, esta reunión marca un punto de inflexión en la cooperación bilateral. Trump ha agradecido públicamente a Bukele por aceptar en el Cecot a más de 260 personas expulsadas desde Estados Unidos, a pesar de las críticas de organismos internacionales que denuncian condiciones inhumanas y desapariciones forzadas en esa prisión.
En una época en la que las alianzas internacionales suelen estar sujetas a formalidades y declaraciones diplomáticas medidas, la relación entre Bukele y Trump parece funcionar sobre la base de la afinidad personal, el pragmatismo político y una visión compartida sobre el orden y el castigo.
Una cárcel como símbolo de poder
El Cecot, que ha sido duramente criticado por organizaciones como Human Rights Watch, se convirtió en el epicentro de esta alianza.
Mientras Trump lo presenta como una “solución eficaz” para deshacerse de criminales, Bukele lo defiende como el corazón de su “guerra contra las pandillas que ha convertido a El Salvador en el país más seguro del continente”.
Ambos coinciden en que el costo de estas políticas —sean legales, éticos o humanitarios— es un debate secundario frente al objetivo mayor: la seguridad.
Y mientras Washington gira en torno a las primarias y posibles cambios en el liderazgo, la imagen de Bukele en la Casa Blanca, en sintonía total con Trump, deja claro que El Salvador pasa de ser receptor de ayuda a convertirse en un socio estratégico.